Ubi vos exigo evolutio, ego volo ascio vestrum animo. Tu es pestis.

© Francisco Javier Maureira P. 2005 - 2017

14.9.14

Teoría del primer y último beso.

El otro día, entre mucha lectura aristotélica, intercambio de anécdotas y pensamientos varios –sólo nos faltaba pintarnos las uñas-, surgió el tema del recuerdo; “¿recuerdas tu primer beso?” ¡Oh! vaya dilema, he dado tantos que mis ojos se desorbitaron a tal pregunta sin saber qué responder mientras buscaba en mi mente el primer beso. Entonces interrumpieron mi introspección para precisar –o divagar más-; “¿con amor o sin amor?” y entonces más aún se dividió mi mente al tiempo y espacio en búsqueda de una respuesta que satisficiera el momento y aquella curiosidad; recordé muchas bocas, intenté recordar el primer beso con cada uno de esos labios pero me fue imposible recordar específicamente el primero –aunque de todas formas objeto que quizá hubieron muchas lenguas que se quedaron en un beso único y saturado de tedio-. La tensión en mi mente por la incertidumbre se vivió hasta incluso más tarde aquél día incluso cuando resucitó el tema entre birras y miradas expectantes de mis amigos esperando una respuesta digna; “lo que en verdad sucede es que prefiero no recordar mi primer beso, ya que no fue importante, y lo más probable –y eso espero- es que hayan muchas personas en mi misma posición” dije con aires de caballero, “y además, prefiero mil veces recordar el último beso que he dado, prefiero recordar y pensar si acaso fue a la persona correcta, si acaso me satisface la forma en que lo di, si acaso entregué la pasión que sentía, y si acaso puedo morir feliz y tranquilo, ahora mismo en este instante, conociendo mi último beso” precisé. Naturalmente, tras tal profundidad de la respuesta –esperable en mi esencia- y conforme a mi personalidad de bajo perfil añadí una risa alegre al final; la verdad es que para mí el tema no quedó ahí, llevo días pensando cómo desarrollar y defender mi teoría del último beso; a veces encuentro los argumentos precisos, pero así también construyo la refutación perfecta; sí, recuerdo los primeros besos, están ahí, como recuerdos inertes de emociones. No obstante, hay un último primer beso que sí recuerdo con gran exaltación, porque ese primer beso fue como besar a un ángel, fue como probar los labios de un espíritu celestial; esa noche me probé sus caricias y me calzaron divinamente elevando mi corazón, y es que aún me revuelve el pecho el deseo de seguir dándole besos tan apasionados; es por esto que no quiero olvidar tal primer beso, pero sí eliminar de mi memoria todos los otros labios que me han tratado de conquistar. Así mismo, prefiero recordar mi último beso –y no solamente el primero en la historia-, mas así mismo debo haberme sentido, quizá, con cada primer beso –vaya alma estúpida llena de ilusiones que soy-. En definitiva aún no logro responderme la interrogante que trascendió la pregunta inicial del primer beso; ¿con qué fin recordar un primer beso, con qué fin recordar otro que no sea el beso de tu último amor?...


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