Ubi vos exigo evolutio, ego volo ascio vestrum animo. Tu es pestis.

© Francisco Javier Maureira P. 2005 - 2017

19.7.14

Despacho evocado.

Querido amigo, aprendí a escribir; ya no estoy tan salvaje como antes, ahora leo tus cartas, y déjame decirte que yo también, aún te recuerdo; recuerdo y añoro esas mañanas en que nos afeitábamos tan alegres, aquellas madrugadas en que el sol suavemente brillaba en tu navaja mientras quitabas la espuma de tu rostro, recuerdo ese brillo que relucía violentamente para cegarme, celoso el sol estaba, de que pudiera yo despertar y desayunar junto a ti. Querido amigo, ¿qué fue de ti, dónde estás? ¿aún tomas el té amargo, como lo preparaba tu tía? ¿Qué tal se te da en el campo de batalla, haz alargado la vida a nuestra Reina? Querido amigo, vuelve pronto.


17.7.14

Dos.

"Compañera usted sabe puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo; si alguna vez advierte que la miro a los ojos y una veta de amor reconoce en los míos no alerte sus fusiles ni piense qué delirio a pesar de la veta o tal vez porque existe usted puede contar conmigo; si otras veces me encuentra huraño sin motivo no piense qué flojera igual puede contar conmigo; pero hagamos un trato yo quisiera contar con usted; es tan lindo saber que usted existe uno se siente vivo y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta dos aunque sea hasta cinco no ya para que acuda presurosa en mi auxilio sino para saber a ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo".

- Mario Benedetti.


14.7.14

Alineación de las quejas.

Cuanta angustia abunda en tu esencia; tu deterioro es más exquisito con mi comprensión, y más amargo en mi indiferencia, porque en la afonía se valora la vergüenza de tu venganza, la bulimia de buenas razones que ni tú intuyes para poder explicarte a ti mismo la razón de haber fallecido en la travesura de tu eterno amor, de haber caído al abismo de la paranoia y libertinaje, tratando de llenar, quizás al igual que yo, ese vacío que se expande como materia oscura devorándonos el corazón, pero lo que nos entretiene a todos, es que el alcohol me daña sólo a mí, y tus tiernos gestos y dulces palabras a quienes te lo creen. Sínico. Sí, lo acepto, es el día treinta y tres; los ciclos cada vez se vuelven más raros, anómalos, y la rutina más compleja; exhausto estoy mientras silban nuevos coros de fondo, entran héroes y salen otros sin la máscara, como villanos; vuelven algunos del pasado, y se van otros del presente, pero estos ajenos aromas me abruman y no me inspiran, maldita sea, mientras que los antiguos sonidos me confortan. Es una mala práctica, lo sé, pero yo acepto que estoy cada día más cerca del infierno.