Querido amigo, aprendí a
escribir; ya no estoy tan salvaje como antes, ahora leo tus cartas, y déjame
decirte que yo también, aún te recuerdo; recuerdo y añoro esas mañanas en que
nos afeitábamos tan alegres, aquellas madrugadas en que el sol suavemente
brillaba en tu navaja mientras quitabas la espuma de tu rostro, recuerdo ese
brillo que relucía violentamente para cegarme, celoso el sol estaba, de que
pudiera yo despertar y desayunar junto a ti. Querido amigo, ¿qué fue de ti,
dónde estás? ¿aún tomas el té amargo, como lo preparaba tu tía? ¿Qué tal se te
da en el campo de batalla, haz alargado la vida a nuestra Reina? Querido amigo,
vuelve pronto.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...