Cuanta angustia abunda en tu esencia; tu deterioro es más exquisito con mi comprensión, y más amargo en mi indiferencia, porque en la afonía se valora la vergüenza de tu venganza, la bulimia de buenas razones que ni tú intuyes para poder explicarte a ti mismo la razón de haber fallecido en la travesura de tu eterno amor, de haber caído al abismo de la paranoia y libertinaje, tratando de llenar, quizás al igual que yo, ese vacío que se expande como materia oscura devorándonos el corazón, pero lo que nos entretiene a todos, es que el alcohol me daña sólo a mí, y tus tiernos gestos y dulces palabras a quienes te lo creen. Sínico. Sí, lo acepto, es el día treinta y tres; los ciclos cada vez se vuelven más raros, anómalos, y la rutina más compleja; exhausto estoy mientras silban nuevos coros de fondo, entran héroes y salen otros sin la máscara, como villanos; vuelven algunos del pasado, y se van otros del presente, pero estos ajenos aromas me abruman y no me inspiran, maldita sea, mientras que los antiguos sonidos me confortan. Es una mala práctica, lo sé, pero yo acepto que estoy cada día más cerca del infierno.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...
No comments:
Post a Comment