Posterior a que desnudara su silueta para mí, justo en su pecho, dejó ver la brillante sonaja que colgaba de su cuello; una figura blanca opaca tallada quizá por algún indígena y un anillo marrón. Artesanías que a la luz de estas débiles lámparas lograron reflectar la luz precisa para intrigarme en la duda.
- Y eso, ¿qué es? - Pregunté mientras mi mano izquierda exploraba desde su hombro hasta su tibio pezón.
- ¿eh? - Susurró perturbado, llevando ambas manos de forma abrupta hacia su cuello para comprobar lo que llevaba puesto - No, nada.
Mala decisión la mía haber indagado en este momento respecto a aquello. El calor comenzó a disiparse y nuestras mejillas con rubor también. Aunque no quise dar mayor importancia, fue tajante la introspección que le causé; mi palma derecha dejó de acariciar tan viril miembro, que pronto dejaba ya de bombear tan exquisita sangre sólo por esta curiosidad en mi cabeza.
Frustré mi oportunidad de tenderme con tan deseado cuerpo, y lo único que obtuve fue un singular ritual para revivirle viejas memorias, que por lo pronto, ya me imagino de quién. Mejor no ofuscarme, prenderé un cigarro, me pondré de pie y le daré la espalda unos minutos para que no me note.
- ¿Todo bien? .. - Pregunto mientras retengo el humo un instante para luego exhalarlo, esperando desde ya, por la circunstancia, no provocar una escena de celos. ¡Pero qué cagazo el mío, ahora le escucho sollozar! Me apuro en girarme, en cueros aún hacia él. No está, al parecer nunca estuvo, pero el dulce cascabel alborota el leve sonido de los sollozos todavía; de pronto siento estos recuerdos colgar desde mi cuello. Terminaré en silencio este mentolado cigarro, aún de pie. Me sentaré al borde de la cama, me desvaneceré junto a mi vista, y esta vez, espero no despertar; espérame, que ya pronto moriré.