- Con tan sólo respirar, recuérdame quién soy, -le digo suavemente mirándole a los ojos- y recuérdame cómo amar...
- ¿Así que quieres recordar cómo olvidar? -me responde Amenófis, un tanto serio.
Ambos sabíamos hacia donde tornaba la conversación ahora; ya no era grata. Realmente es angustioso sentirme así todos los días, debería decirle, aunque creo que ya lo sabe.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...