Me mira, y si le miro abre todos sus ojos, mueve sus tristezas y manifiesta su llanto alegre, porque por fin alguien le notó sus cicatrices secas y su sangre hecha polvo. Ya no le quedan ganas de estar en pie, así, tan solo y lejos de un amigo; no teme, pero quita la mirada, fija un horizonte lejano, pues ya no nos dejará más beber de su néctar sabio, ni tampoco le quedan las ganas de morir.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...