Ni siquiera un alma nos interrumpía, recuerda, cual vacía estaban las
calles, y nosotros ahí, en la banca de turno de tus galanteos, admirando los
destellos de la noche, desafiando los silencios y el frío característico de
Agosto. Estábamos ahí, acompañándonos en la soledad, permitiendo que el destino
nos juntara cada vez un poco más. Las noches fueron nuestras y eternas desde
siempre. Ahora son infinitas, siéntelas en tus brazos con cada brisa que te
refresque, e inmortaliza cada beso con el que te enmudecí.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...