Ubi vos exigo evolutio, ego volo ascio vestrum animo. Tu es pestis.

© Francisco Javier Maureira P. 2005 - 2017

22.1.10

Demonio tras el templo de maipú.

Que la penumbra me consuma y el viento me congele; me deprime ser así. Me agobia tanto que mantengo los párpados quizás algo levantados, encandilados, a la luz de la vela que mezcla su esperma con la mía, dejando esas cicatrices que te recuerdan, que quemaste poco a poco para dejar tu huella, para marcarme como si te perteneciera, como si fuera de tu propiedad. Tú fuiste mío y no yo tuyo entre tantos encuentros, tantas charlas sin voces, con voces fantasmas que no estaban, con propuestas indecentes que me dabas; sólo un juego, y yo un jugador más un tanto inoportuno, y tú con tu sudor, con tu cercano respirar, con tus ganas de amar; ese amar falso, de unas cuantas noches, en las que sólo uno pretende olvidar. Ahora que la soledad ciegue mi pupila, para no reflejar más esa cabellera dorada, maltratada y violada; olvidada y devastada, y que la soledad quiebre en llanto sobre mi aliento, que respira tus besos y come de tus dientes, que bebe tu saliva y lame tu pecho nefasto, deprimido y sin corazón; tus brazos con cortes y tu estómago intoxicado; perra suicida que llegaste en mal momento, a sólo enamorarme para luego desecharme y cumplir con tu cometido; estás muerto y ya te extraño menos, la tristeza te consumió y a veces me arrastra, me arrastra tu demencia que se gesta en mí ahora; soy como tú; esquizofrénico y lascivo, pero contigo ya no quiero más, que destruiste todo lo que abandoné hace años, lo que no te pertenecía, lo que era mío y sólo mío, el que reía violentamente con su virgen desnudez, que amortiguaba su belleza con el rocío de la madrugada, con tequila y cerveza, que en una copa mezclaba el alcohol y su llanto, en una catarata de inestabilidad y de besos para mí; yo que tanto te escuché y vi lagrimar esos tiernos ojos de color; como te odio por no estar aquí y haberte marchado, como me odio por no haberte amado como querías. Arréglame la vida; habla con dios o con alguien del más allá; dile que me deje olvidar; ese olvido que es más largo que el amar.

Inconsciente.

Me arden los ojos; tengo sueño. Pienso, pienso, pienso. Pienso. Escucho música, y sigo pensando. Los ojos me siguen ardiendo; aún tengo sueño. Ciertas veces me doy cuenta que no soy yo... Debería marcharme y no creer lo que me dicen, ni creer tampoco en mi imaginación. Soy humano; lo sé; documéntalo. Sobredosis. Desconecta esos cables para poder irme... Inconsciente. No. Morir no es así. Todo lo que dices. Hoy. Destrúyelo. Alejaré aquello de mi; no necesito más cortes en mis brazos. Todo. Atrapar. Pensar. Pienso, pienso, pienso. Locura. No quiero estar aquí si tu no lo estás; las estrellas caerán del cielo. Profundamente perturbado; profundamente infeliz. Yo contra mi, y ya no tengo sueño. Piensa.


18.1.10

Corazón de piedra.

Toco suave tus bordes, mientras pienso; un sentimiento exótico; fuera de mi cultura, pero se adecua a mi, algo lo hace parecer familiar. Tus movimientos se repiten en mi cabeza constantemente; no debiste, pero no debiste núnca... Con mis yemas ardiendo voy, me acerco, me acerco más; me duele el filo de tu belleza; a mis dedos no les parece interesar. Tu pelo lentamente recorre tu cuello mientras mueves tu cabeza; las luces no me dejan ver mucho; solo veo algo de colores en tu ropa; tu silueta, quizás algo más... No me empujes; no me alejes; déjame estar cerca. Algo diviso; tus ojos, tu mirada inocente intersecta la mía. Volteas y respiro tu cuello; toco tu pecho, te abrazo, y siento tu sudor; agua sexual. Las luces desvanecen, y mi pupila por fin puede descansar. La música cesa. Saboreo la venganza en mis labios.