Quiero eternamente ruborizarme descansando en su pecho pálido, jadear en éxtasis con su abrazo amable, anidarme en su tierna mirada mientras me besa en lo que, a su concepto, es lo mejor de todo el momento. Es que le entiendo tanto ahora mientras veo sus tibios y húmedos pezones; entiendo tanto la pasión y la locura que me consume. Entiendo tanto esa contracción que me da en la barriga cuando nos pienso así, y comprendo que de verdad su concepto no es errado; el orgasmo ya no es materia química y orgánica, ahora trasciendo en lo que obviamente me eleva a la lujuria y me arde el alma con astucia.