Quiero eternamente ruborizarme descansando en su pecho pálido, jadear en éxtasis con su abrazo amable, anidarme en su tierna mirada mientras me besa en lo que, a su concepto, es lo mejor de todo el momento. Es que le entiendo tanto ahora mientras veo sus tibios y húmedos pezones; entiendo tanto la pasión y la locura que me consume. Entiendo tanto esa contracción que me da en la barriga cuando nos pienso así, y comprendo que de verdad su concepto no es errado; el orgasmo ya no es materia química y orgánica, ahora trasciendo en lo que obviamente me eleva a la lujuria y me arde el alma con astucia.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...
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