Tras esas trompetas que sonaban más arriba que la lluvia, casi por instinto, me llevé las manos a los oídos, para taponeármelos, y aunque me bajaba una leve sensación de ansiedad por la columna desde la nuca, accedí a prometer lo que se me pedía, incluso contra toda la agresividad, incluso con lo débil que me sienta; no me importa que en mi piel ya se plasme el veneno, porque quizás, porque talvez, de todas formas en el fondo me agrada el petricor que producen sus lágrimas en su cara. Una vez se me dijo que las imprecaciones se devuelven, y hoy ya tengo pánico a dormir. Posiblemente mañana no pueda amanecer. Perdí mi humanidad, mi espíritu no tiene pulso y tras cuatro días de incansable búsqueda, no he podido encontrar más que hedor a descomposición proveniente desde mis entrañas. Juro que nunca había notado este hundimiento craneal, pero me vi obligado a rascarme los parásitos.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...
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