Es
un nervio indomable que, a toda voz, canta al oído para dejarte inmerso en algún
sentir, soplando plácidamente sus ráfagas y aliviando el calor de los pómulos
como quien se arropa de seda, como quien se desnuda por primera vez ante ojos
ajenos con la inocencia de un primer amor que se pensó eterno. Esta noche sólo
hay metáforas que se desvían del tema principal a grandes pasos como si
quisieran correr tras de alguna inspiración que ciega los rubores y sólo
dispone del tiempo engullendo los segundos; maldito testigo del delito evidente,
la ciudad guarda en su lecho toda la maldad que siento ahora mismo, la ciudad a
vista y paciencia sabe de mi carne y mi esencia. Qué sabe la utilización si no
conoce la suerte, de qué sirve tanto dominio sobre las promesas y las ofertas
si quedamos disminuidos a nada y de la nada nada surge nada nada nada nada nada
nada nada a través de estas letras que aumentan en marea cada noche encontrando
mil amores a medida que sube el contador de palabras, llenando vacíos, vacíos
que no están porque no pueden existir pero si los puedes sentir latentemente
cuando cantas a todo pulmón tu ópera afligida mientras te acompaña la orquesta
de tu vida; ahí, todos los fantasmas que buscan comunicación, contacto y
recuerdos, abrazándote a través de estos soplos tristes de primavera que
penetran los poros buscando sanar a los desdichados. Suspira esos aires y
encandila tus papilas gustativas, que tu lengua bese arduamente toda la
vitalidad que le sobra al viento para que sientas los colores de la
desnaturaleza.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...
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