En mi entelequia le ato los
brazos, le cubro sus ojos, y me dejo ser. Que no se excuse este magnetismo,
tengo un gusano en el cerebro; el momento mutó en oportunidad y yo aposté en el
juego de la seducción. Ahora quiero besarle tan desenfrenadamente que nuestros
labios se gasten, que con la fricción de nuestras lenguas prendamos un fuego
que nos haga arder el aliento; quiero quemarle el alma con estas llamas, devorarle
el espíritu, llenarle de mi infierno y mi magma, que mi tifón llueva sobre su organismo,
que su apetito le enajene exquisitamente y que sus ojos me lo comuniquen por
telepatía. Siento que su chispa no tarda en consumir mi dinamita, siento que no
aguanto mi presión sanguínea. Preciso que su ventisca me complemente, que se
atreva a formar junto a mí un huracán perfecto de fuego; arrasaremos con el
mundo y de las cenizas haremos un imperio, ¿ya escuchan los truenos como se
acercan? Puedo oler su esencia, su alma, con mi olfato salvaje; soy un animal
una bestia, que me dome con su carnada atractiva. ¡Siento que daré a luz un
fénix entre tanto ardor, que la luna y la niebla sean los únicos testigos de
nuestra complicidad!
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...
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