Ubi vos exigo evolutio, ego volo ascio vestrum animo. Tu es pestis.

© Francisco Javier Maureira P. 2005 - 2017

8.8.14

Cupido circunciso.

Entonces presencié en todo momento como él era víctima de ese sacrilegio, vi como cayó derribado a la tierra, directo a ese bosque, ese bosque perverso al cual con coraje entré para auxiliarle, pero en cuanto le encontré tomó su arco, para defenderse, y me apuntó con su flecha, desafiando el destino, este ser libre de escritura y espíritu que forja su propio rumbo estaba por dispararme a mí; su flecha en forma de verga estaba por atravesarme el corazón y fue en ese instante en el que me paralicé, no quise morir, y entendí que el tampoco deseaba morir, sin embargo de su frente se asomaba una hemorragia, jadeaba, abrió su boca y suspiró en el instante en que bajaba su arma; entonces supe que había comprendido mi mirada, avancé unos pasos, limpié su rostro, saqué los perdigones. Le besé intensamente; quedé completamente enredado en todos sus abrazos, pero mi pecho sentía algo que jamás antes sentí, abrí los ojos luego de ese ósculo mortal, me toqué; este cupido circunciso me flechó, atravesó mi ente, ahora estoy sangrando y próximo a morir. De espaldas fui cayendo, me induje a mí mismo a un fatal destino, yo siempre tan ingenuo. Mientras mis ojos se desorbitaban y la vista se nublaba, alcancé a divisar sus colores y su sonrisa que arqueaba su bello rostro. Me desplomé entonces de forma cómoda, qué importaba dónde, qué importa todo si la muerte me persigue como una pantera enfurecida. Entre el humo de tinieblas de este bosque no pude más que pensar en agradecerle; hay vida en esta metáfora de muerte, tengo un nuevo respirar, anhelo algo más.


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