Mi corazón ya no te pertenece; me repugnas,
no sé cómo aún puedo sonreír frente a ti.
Despiertas mi yo animal, sólo deseo desgarrar tu carne,
beber de ti.
Pero estás enamorada de ti misma y
amarte, es como amar a la muerte.
Nunca tendré suerte en el amor.
No podrás olvidar, no podrás perdonar.
Por el resto de tu vida olerás las cenizas.
Todo esto te pasa por ofrecer el cuello,
a mi, un vampiro sin más.
Pero claro, las palabras sólo hacen daño.
Me lanzas al fuego y éste no me quema,
le miro y ahora es negro.
¿Ya no le siento?...
Devuélveme el fuego.
Sin entramparse, abandonar el juego del deseo de el amor, de las
pasiones... de el fantasma de todo lo que no es, con sus cargas potentes,
en la insatisfac...
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