Ubi vos exigo evolutio, ego volo ascio vestrum animo. Tu es pestis.

© Francisco Javier Maureira P. 2005 - 2017

26.2.24

Abatido.

Me apetece finiquitar mi miseria y así dejar de sentir mi corazón tan mustio.



20.2.24

Ausencia de vida.

La piel se enfría incluso siendo verano. La oscuridad se ilumina en penumbras por aquel farol. No hace falta palpar, ni mirar en claridad. Estoy aquí tratando de olvidar un recuerdo, tratando de reemplazar tus besos de entonces por los de ahora. No los puedo dejar ir. Por favor que te posea tu fantasma del ayer.



5.11.17

Catarsis.

Yací ahí un par de días sin tener tanta flexibilidad o movilidad, enredado entre las sábanas tal como si fuese una larva. Cada hora, minuto y segundo aumentó mi delirio como así también el dolor lumbar. Me clavaba desde adentro, como agujas tratando de penetrar el más duro de los plásticos, desgarrando desde el interior hacia afuera de mi propio cuerpo. Casi una escena clásica de terror, aunque no sintiendo un ente externo zafándose de mí, sino algo propio mío, una parte de mí naciendo. No me percaté del proceso mismo, sino hasta despertar y ver tales restos de carne en el lugar. No fue de inmediato que me percaté del frío en mis venas ni de la rugosidad de mi piel, ahora oscura, sino hasta cuando me sentí aliviado de aquellas apuñaladas que muchos mencionaron que imaginaba, que hasta hace unas horas atrás, cuando conciliaba el sueño se sentían como agudas y desgarradoras punzadas. Sí, punzaba mucho, pero ahora la tranquilidad se refleja en mis escamas. Hubo un tibio alivio recorriendo el momento, casi como si por inercia descansara, como si mis genes conocieran tal momento ancestral; tan normal como si de mudar la piel se tratase. Entonces, caminé sin meditar más hasta abrir la puerta de la habitación, avanzando con fobia hasta el espejo que se encontraba colgando en la pared inmediata a la izquierda fuera de mi dormitorio. Permanecí atónito por un largo tiempo contemplando mi nuevo yo frente al cristal, largas horas de las cuales fui consciente sólo cuando la luz comenzó a disiparse conforme la noche me abrazaba. Esta imagen frente a mí, mirándome, por fin movió sus manos, mis manos, percatándome y dándome seguridad una vez más de mi propia existencia, conectada en ese mismo instante y acoplada a ese ser, que con cada minuto que descendía el ocaso la situación se volvía más opaca, sin embargo, aquella figura me resultaba cada vez más similar a mí, como si de a poco olvidara mi anterior identidad y desvaneciera en la misma luz que escapaba de la tiniebla inminente.


21.4.16

Veintiocho.

"Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien, cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu, como leños perdidos que el mar anega o levanta. Libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad porque muero". 
- Luis Cernuda.


14.4.16

Soplo.

No puedo quitarte los ojos de encima, ni la fantasía de la boca. Tus muecas tienen una ligera resonancia en mis ideas. Lánzame nuevamente una mirada fugaz y comprobemos si es real la conexión de nuestras pupilas.


17.3.16

Escaño.

Ni siquiera un alma nos interrumpía, recuerda, cual vacía estaban las calles, y nosotros ahí, en la banca de turno de tus galanteos, admirando los destellos de la noche, desafiando los silencios y el frío característico de Agosto. Estábamos ahí, acompañándonos en la soledad, permitiendo que el destino nos juntara cada vez un poco más. Las noches fueron nuestras y eternas desde siempre. Ahora son infinitas, siéntelas en tus brazos con cada brisa que te refresque, e inmortaliza cada beso con el que te enmudecí.

16.11.15

Símbolos.

Posterior a que desnudara su silueta para mí, justo en su pecho, dejó ver la brillante sonaja que colgaba de su cuello; una figura blanca opaca tallada quizá por algún indígena y un anillo marrón. Artesanías que a la luz de estas débiles lámparas lograron reflectar la luz precisa para intrigarme en la duda.

- Y eso, ¿qué es? - Pregunté mientras mi mano izquierda exploraba desde su hombro hasta su tibio pezón.

- ¿eh? - Susurró perturbado, llevando ambas manos de forma abrupta hacia su cuello para comprobar lo que llevaba puesto - No, nada.

Mala decisión la mía haber indagado en este momento respecto a aquello. El calor comenzó a disiparse y nuestras mejillas con rubor también. Aunque no quise dar mayor importancia, fue tajante la introspección que le causé; mi palma derecha dejó de acariciar tan viril miembro, que pronto dejaba ya de bombear tan exquisita sangre sólo por esta curiosidad en mi cabeza.

Frustré mi oportunidad de tenderme con tan deseado cuerpo, y lo único que obtuve fue un singular ritual para revivirle viejas memorias, que por lo pronto, ya me imagino de quién. Mejor no ofuscarme, prenderé un cigarro, me pondré de pie y le daré la espalda unos minutos para que no me note.

- ¿Todo bien? .. - Pregunto mientras retengo el humo un instante para luego exhalarlo, esperando desde ya, por la circunstancia, no provocar una escena de celos. ¡Pero qué cagazo el mío, ahora le escucho sollozar! Me apuro en girarme, en cueros aún hacia él. No está, al parecer nunca estuvo, pero el dulce cascabel alborota el leve sonido de los sollozos todavía; de pronto siento estos recuerdos colgar desde mi cuello. Terminaré en silencio este mentolado cigarro, aún de pie. Me sentaré al borde de la cama, me desvaneceré junto a mi vista, y esta vez, espero no despertar; espérame, que ya pronto moriré.